33 (+1) DIABELLI FLEURS

 

La serie denominada 33 (+1) Diabelli fleurs consta de 34 piezas basadas en las 33 Transformaciones sobre un vals de Anton Diabelli, op. 120, de Ludwig van Beethoven.

Es fundamental para comprender las motivaciones e ideas que sustentan la elaboración de estas obras, la referencia a la obra musical citada, de la que se exponen algunas características a continuación:

“La última gran obra para piano del genio de Bonn es una de sus más fascinantes y gloriosas contribuciones al acervo musical. Su relevancia sólo es comparable (dentro de las obras pianísticas) a la de las Variaciones Goldberg de Bach. El germen de esta creación se encuentra en un sencillo vals escrito por el famoso editor Anton Diabelli, quien pidió a varios compositores que escribieran variaciones sobre éste con el propósito de publicarlas conjuntamente. Schubert, Liszt y algunos otros respondieron a su petición, pero Beethoven se negó. Consideraba que la pieza no era lo suficientemente interesante. Poco después, sin embargo, rectificó y finalmente escribió 33 variaciones que se han convertido en una de sus composiciones más admiradas.
Al igual que en otras obras de madurez, el compositor alemán vuelca aquí toda su sabiduría musical y vital, incluyendo referencias a Mozart, Bach o Händel y, al tiempo, anticipándose a Chopin en más de una década. Su virulenta personalidad también se expresa con claridad en los pentagramas de las Variaciones Diabelli, aunque de forma abstracta, exclusivamente a través de la música. La obra se va construyendo a sí misma a medida que se suceden las distintas variaciones, que ya no sólo hacen referencia a la pieza de Diabelli sino que terminan inspirándose unas a otras, convirtiendo a la infatigable genialidad de Beethoven en la gran protagonista de la obra.
Con alrededor de una hora de duración, la pieza es una de las más exigentes para el oyente dentro del repertorio beethoveniano, tanto por su duración como por su intensidad”.*

Parece ser que, además de considerar el vals de Diabelli poco interesante, Beethoven sintió herido su orgullo por haber sido invitado para este proyecto del mismo modo que otros compositores de segunda y tercera fila lo fueron** (por supuesto, no incluía en este grupo a Schubert, al que Beethoven respetaba profundamente. Liszt sólo tenía, por aquel entonces, 11 años de edad, pero ya Beethoven le había escuchado al piano y decía de él que “haría feliz a mucha gente”***). La idea del editor Diabelli era “publicar todas las variaciones en un volumen, haciendo una especie de antología sobre los que él consideraba como los compositores más importantes de su tiempo. Cincuenta compositores colaboraron y sus variaciones fueron publicadas como Vaterländische Künstlerverein (Asociación de Artistas Patrióticos)”****.
Estas circunstancias, esto es, la escasa calidad del vals y la inclusión de su persona en este grupo de compositores, lo que significó para Beethoven una enorme ofensa, le hicieron, finalmente, tomar la decisión de componer no una, sino 33 “transformaciones” monstruosas, tanto por la dificultad técnica como por su enorme duración en conjunto, en las que literalmente destroza el vals de Diabelli, desarrollándolo de tal modo que el resultado es, sin duda, una de las obras para piano más complejas y grandiosas de toda la historia de la música.
El interés en esta obra se centra especialmente (aparte de, por supuesto, la potencia y sarcasmo de la obra) en su dificultad técnica e infinita duración, que convierten la obra en algo grotesco. Por otro lado el hecho de olvidar el tema y de que las piezas acaben siendo variaciones de sí mismas (como serán los cuadros), de un modo tautológico y obsesivo, engulléndose unas a otras y rehaciéndose acto seguido, conforma una obra, en definitiva, tremendamente bella por su enorme intensidad y, por qué no, fealdad (como diría Baudelaire, “le beau est toujours bizarre” -lo bello es siempre raro).
El motivo “floral” podría, si observamos la historia general del arte, ser considerado sin duda como una categoría pictórica, al igual que puedan serlo el bodegón, el retrato o la pintura de paisaje. Partiendo de los dibujos “N’importe quoi” (tan banales como el vals de Diabelli), realizados en 2005, e inspiradas (no sin cierta ironía), en el arte floral japonés (Ikebana), el motivo floral está tratado, en esta serie, de una forma poco convencional, pues los conceptos sobre la belleza que tradicionalmente se asocian a esta categoría pictórica, son aquí (de nuevo aparece la relación con la obra musical referida) desplazados en pro de una belleza más asociada a, como se señalaba anteriormente, lo raro, lo extraño, lo grotesco.

* Carlos Gómez Cabana, en: http://blogs.periodistadigital.com/paisajessonoros.php/2008/01/26/ludwig-van-beethoven-variaciones-diabelli-1823.
** A este respecto, véase BEETHOVEN; Carrascosa Almazán, Ángel. Alianza Editorial, Madrid, 1995.
*** Ibid.
**** http://es.wikipedia.org/wiki/Variaciones_Diabelli_(Beethoven)